Juego ¿de niños?

Hace ya un par de sábados, tras ver un horroroso partido del Madrid en el Ewing, nos acercamos mis cuñados malagueños y yo a tomar “la última” a la Peña La Jilguerita … ¿nunca la habíais oído?, pues es otra que también llevan ya 7 u 8 años, aunque sin local fijo ya que o se buscan casas viejas (que las derriban al poco) o como ahora que en cuanto salgamos de la actual crisis los largan de allí. Primero estuvieron en la Calle Peñuelas, luego en La Parada (una casilla vieja junto al Mesón el Galeón, que la cayeron y ahí se ha quedado el solar) y ahora están frente a la Sala de juegos del parque, donde en un tiempo hubo un pub llamado “El Doblao” (aprovechando el dibujo que hay en las escaleras ellos lo han rebautizado como “el Doblao de la Jilguerita”).

Son tan solo 7 u 8 socios y no todos residentes en Valverde, pero llevan la peña “palante” con bastante solvencia … incluso con algunos lujos. Sólo deciros que tengáis mucha suerte y que siga la peña por muchos años.

Pero mi intención ni era hablar de la peña en sí, sino de lo que allí me encontré, ya con una copas “ de pormedio”, sacaron esto:

¡Tremendo!, ¡un trompo! (o trompa, o peonza para los que sean de Sierra Morena “parriba”), ¡la de años que no veía tal juguete! … si es lo que decimos siempre: “estos niños de hoy en día no saben jugá a ná” … y es cierto, sino haced la prueba, dadle una trompa y un cordel a un niño de 6 ó 7 años a ver que hace con ellos (me lo imagino: una patá a la trompa y meterle fuego al cordel).

Pues allí que se pusieron (vale, nos pusimos) todos, cuales niños del “cuéntame”, a jugar con el trompo, aunque una cosa quedó demostrada: Ricardo seguro que partió más de uno y más de dos en sus “tiempos mozos” porque no fallaba ni una … ¡Qué vicio! … y lo de partir trompos no es una frase hecha (lo explico para los más jóvenes), simplemente es que se jugaba así (al menos este era el juego más común): consistía en hacer un círculo en el suelo de aproximadamente medio metro de diámetro, sobre el tenías que lanzar la trompa, pero ésta debía de salir de allí lo más rápido posible porque mientras estuviese dentro, todos los demás teníamos la “veda abierta” para lanzar nuestras trompas con las púas bien afiladas contra la del incauto que la ha dejado bailando dentro del círculo (se las llevábamos incluso al abuelo o tito de turno para que las afilara con la piedra de afilar o la radial), con esas intenciones, claro está, se partían trompas a diario y luego explícaselo a tu madre … “¿pero qué haces con ellas?, si el domingo te compré dos en el Kiosco de Bernardo”.

Lo peor, o sea, la peor época para las indefensas trompas fue cuando se pusieron de moda las “demoledoras” trompas caseras, que algún familiar carpintero fue capaz de fabricarte, eran como diez veces más grandes que las normales, las púas hechas a conciencia, a mala leche (normalmente eran varillas roscadas de acero afiladas hasta el extremo de pinchar), y el cordón para bailarla medía más de dos metros de largo. Eran difíciles de bailar, pero como esa mole cayese encima de una “chipicharpa” normal, estaba sentenciá …