Senderitis 2010 (X): La Pedriza

Trataré de nuevo de resumir dos “senderitis” en una sola entrada, ya que la primera parte de ambas es común y tan solo las separan en el tiempo una semana.

LA PEDRIZA: DE CANTO COCHINO AL COLLADO MIRADERO

Antes de que empecéis con los chistes fáciles, Canto Cochino es el nombre que recibe un lugar en la parte baja de La Pedriza del Manzanares, no se si por la afluencia de “Jabatos” al lugar o porque exista en la zona alguna piedra o risco (canto) que tenga esa forma … por lo que quiera que fuere, ¡que más da! …

Bueno, pues allí hay un parking (y un par de bares para “domingators” y excursionistas) donde dejé el coche para comenzar la ascensión, en principio bastante suave por una senda muy transitada llamada (con cierta guasa) “La Autopista de la Pedriza”, precisamente por “el tráfico” que tiene siempre, que nos lleva hasta el “Refugio Giner” que no es más que otra “taberna” en la que se supone que es la zona más agreste de la Comunidad madrileña … que si, el terreno es muy abrupto pero aquello está masificado …

El camino poco a poco se va empinando mientras se camina entre bosques de pinos, dónde cada vez que hay un claro nos ofrece unas espectaculares visiones de las fantasmagóricas formas que tienen estas amalgamas de piedras.

Hay veces en que estos canchales de piedra no se ven tan lejos, sino que hay que treparlos, como pueden ver por las marcas del sendero de Pequeño Recorrido (marcas amarillas y blancas) y los trozos de cinta señalizadora

Van sabiendo ya por qué se llama La Pedriza, ¿no? …

Estas cintas corresponden a la señalización de una “carrera extrema”, que hacía el recorrido de bordear completamente la Pedriza … hablando en Plata, 18 kilómetros de subir y bajar peñascos …¡una pasada! … y encima corriendo…

Aproximadamente a 1 hora del punto de partida se llega a un falso llano donde hay un cruce de caminos, llamado “4 caminos”, lugar donde el segundo día que hice la ruta me encontré con un grupo de excursionistas a los que me pegué hasta terminar la ascensión. La verdad es que es el grupito más cachondo con los que me he encontrado (como se puede apreciar en la foto) y nos dimos los contactos para que me avisasen para salir otro día con ellos.


Pues así entre risas y fotos al alguna curiosidad (como esta preciosa “seta de los enanitos” … ¡vaya usted a saber la especie!) seguimos ascendiendo por rampas cada vez más empinadas hasta llegar el mencionado Collado del Miradero. Al llegar allí mi sorpresa fue enorme, os explico: yo pensaba que era único en mi especie, que estaba en extinción … pero no, resulta que hay más de los míos en esas cimas:


En la ocasión anterior, cuando la “carrera extrema” habían ubicado allí un puesto de avituallamiento y tenían un auténtico rebaño de cabras montesas “revoloteando” a ver si pillaban un trozo de fruta, pan o conguitos.

Aunque sean salvajes, a veces parecen más mansas que las del “Tito Isidoro”, con las que “mi Rubén” se mete en el redil (otro que también es de la extirpe caprina) … casi, casi comen de tu mano:

(Esto más que una “senderitis” está resultando ser un álbum de fotos “familiar”…) Luego mientras comíamos algo para reponer fuerzas, les saqué al trío esta foto “tan propia” de montañeros, con las Torres de la Pedriza detrás.

Entonces fue cuando me contaron que sus planes no eran llegar hasta allí, sino coronar “Asómate de Hoyos”, un dos mil que estará a unas dos horas de allí; esto suponía comer y llegar a casa por la tarde, bien tarde … como no iba preparado para pasar el día entero y “Miposa” me dio el último empujoncito al llamarla por teléfono: “tú te viene pacá YA, que hay que llevar a los niños al Centro Comercial…”, pues los dejé marchar y emprender mi descenso … pero viendo que esto se alarga y aún me quedan cosas interesantes que mostraros, lo dejaré para otra ocasión.