¡Cómo se atrevían!

Pasados los años y viéndolo desde la distancia, se aprecia realmente lo osados que éramos cuando estábamos en el Instituto, pero más aún lo eran los profesores … os cuento:

Todo empezó en 1º de BUP (cuando digo todo, me refiero al aquí idolatrado alcohol); meses antes, en el viaje de fin de curso del colegio, aún recuerdo como no tomábamos ni una simple cerveza, en la discoteca que había en los sótanos de nuestro Hotel (por supuesto, los profesores del colegio eran más responsables y no nos dejaban salir … otra cosa era si nos escapábamos o no …), siempre nos pedíamos, San Francisco, Kiwi, Blue Tropic y tonterías del estilo, pero nada de alcohol, aún no lo tomábamos. Pero fue recorrer “la acerilla” que vá desde la Viña Fiscal al Instituto y cambiar nuestras vidas por completo …

Recuerdo como en vísperas de la primera Navidad hicimos un botellón ¡en el aula! … el último día antes de las vacaciones nos negamos a dar clase, alegando despedir a los compañeros foráneos (¡ya ves, de Calañas y El Cerro!...) y celebrar la navidad; los profesores, como la mayoría eran de Sevilla (o pallá) estaban deseando irse así que tampoco se oponían mucho …

(Foto “prestada” de la web de 4lmentos)

La mesa del profesor se convirtió en improvisada barra y a base de Martini, Marie Brizard y algún que otro licor más, nos montamos un tinglao que por aquel entonces no sabíamos ni como llamarlo … así, la vuelta a casa era un auténtico espectáculo, para muchos era nuestra “primera comunión” y los efectos de esas sustancias dopantes fueron extremos: a unos les dio por jugar a voleivol con bolas de papel en la puerta de clase hasta caer extenuados, a otros por entrarle descaradamente a las chicas de la clase (para nosotros que veníamos del Menéndez, donde solo había 3 ó 4 niñas por clase, eso de tener ahora más de media clase de hembras era una auténtica bendición …); pero dónde todos “caíamos como chorlitos” fue en la mencionada acerilla, nos caíamos de maduros de vuelta a casa formando verdaderas melés cada vez que uno tórpemente tropezaba y se daba de bruces contra las baldosas hidráulicas gris de cuadradito (4 cuadraditos por baldosa) ... ¡vamos, las tìpicas de acera! ..., y los de detrás eran incapaces de esquivarlo …


Pero realmente no es esto lo que os quería contar, de esto eran totalmente inocentes los profesores, por supuesto que no sabían (ni sospechaban) que estuviésemos bebiendo en el aula; dónde de verdad eran osados los profesores era en cedernos el patio (de día) y sobre todo el salón de actos para celebrar fiestas nocturnas … con la excusa de sacar dinero para el viaje de fin de curso, allí se formaban auténticas bacanales, medio pueblo se dejaba ver por aquellas “macrofiestas”, incluso más de un pub presentó queja formal porque se quedaba sin clientela cada vez que había una fiesta en el Instituto …

Como no era un local sujeto a reglamentación, realmente las fiestas eran ilegales, no teníamos permiso ni licencia alguna, pues cerrábamos a las tantas y en más de una ocasión se presentó la pareja de “meones” (ver entrada “no apta para hombres”) para cerrarnos “el chiringuito”.

Pero, por lo que digo que ¡no se cómo se atrevían!, era porque nos daban las llaves y “nosotros allá”, sin nadie que nos vigilara … dejábamos el patio hecho un desastre: vasos, orines y algún que otro “regalito” de alguno que se había pasado … cosa bastante habitual ya que aún estábamos, la mayoría, tratando de acotar nuestros límites …; a veces hasta los trigales de “enfrete” y al lado recibían alguna visita de quienes buscaban alguna intimidad o de de quienes hartos de jaleo buscaban otro tipo de diversión … hasta fuego le metieron un día …

Creo que desde nuestra generación no se volvieron a hacer más fiestas de esas …¡con lo que se disfrutaba, oye! …