Estrés postvacacional

Ojo, que no os hablo de la famosa depresión postvacacional, de esa ya os hablé el año pasado (ver); ni siquiera del estrés en el curro provocado por la ausencia durante un més y el consiguiente amontonamiento de papeles ó pedidos ó pares de botos “pa emparmillá” (cada uno sabrá de que va su trabajo) … NO, no me refiero a eso, de lo que os quiero hablar hoy es de algo mucho más mundano y estoy seguro de que más de uno se ha visto en mi misma situación…

Hace algunas semanas (meses ya) el compañero Marcos Romero hablaba en su “Monca Encendido” de que no le gustaba ir a comprar con su mujer, pero refiriéndose a ese “cari, vamos de compras” sin saber el qué van a comprar, ni el dónde … y lo que más duele ¡NI EL CUANTO! ...; él se refería principalmente al ir a comprar ropa, pero mi pesar (a pesar de que comparto también el suyo) es bastante más cotidiano, lo que más me estresa a mi son: ¡¡¡ las cajas de los supermercados!!!

Cuando vuelves de las vacaciones, te encuentras la casa como una isla desierta arrasada además por un huracán de fuera 5 … vamos, que tienes que hacer una compra que ni para Navidades con todos los cuñados en tu casa …; así que toca armarte de valor e ir a acompañar a la señora …; una vez en el hiper de turno, con alguna discusión que otra basada casi siempre en los productos de limpieza (¿por qué hay que comprar 4 clases de ambientadores distintos, si encima la casa no huele mal? … ¿no lo creen?, los enumero: pastillas pa la cisterna del wc, de los que se enchufan al “aparato de los mosquitos”, de los que son “decorativos” y el típico de “flin”). Más o menos se compra con normalidad, lo malo es cuando llegas con el carrito “hasta las mamas” con las bolsas de patatas fritas en lo alto cayéndose al suelo en cada frenada, tres cajas de leche metidas debajo, dos paquetes de agua en el extensible de atrás y las bolsas del pan Bimbo y los huevos en la mano “pa que no se estripen” …; pones el separador de “próximo cliente” y empiezas a colocar productos en la cinta transportadora ordenados por lugar de conservación y dureza y … ahora es cuando empiezan a temblar las patillas:

La mujer, espabilada donde las haya, se queda al otro lado del carrito “cuidando de los niños” y atenta para pagar, mientras tanto la “amable cajera Srta. Jessica” te ha soltado un paquete de 500 bolsas todas pegadas por el borde inferior y acto seguido empieza a tirar mercancía sobre ellas como posesa por el espíritu de Speedy González …; apabullado por tanto producto, ya totalmente desordenado, luchas aún por abrir la primera bolsa, vistos los resultados sin mucha fortuna, parece que le hubieran echado “Loctite” y la semiesfera del techo donde está alojada la cámara de seguridad te estuviese grabando para sacarte en “Videos de 1ª” …

Por fin abres esa bolsa, pero ya es demasiado tarde, tienes la bandeja trasera de la caja repleta y no sabes por donde empezar … miras a la señorita pidiendo clemencia … ésta sonríe, pero lejos de tener compasión, acciona esa especie de remo de madera que tiene detrás de sí para hacer más hueco y seguir enterrándote en comida (y sobre todo productos de limpieza …).

Respiras, te armas de valor y tratas de ir ordenadamente a pesar de la prisa que tienes y el apoyo impagable de tu señora, quién al otro lado de la barra, perdón caja (es que la cabra siempre tira pal monte), hurga en tu herida hablando con “la Jessica”, en tono sarcástico y burlesco, de tu agilidad para el empaquetado …; Decides empezar por los congelados, pero solo ves las dos cajas de “Barritas Pescanova” pal joío niño que es el único pescao que come … pero ¿y las pescadas, los tubos de calamar, las judías verdes planas y los helados que para que te salgan bien de precio has tenido que llenar dos cajones del congelador al final de verano: “oferta del mes: helados 300 x 200”? … miras a la izquierda, al otro lado del “remo” y ves que bajo una montaña de brics de tomate frito y zumitos hay un pico de una bolsa de plástico … ¡ahí están las verduras! …

Al fin consigues llenar una bolsa, orgulloso la colocas con esmero en el carrito, pero lo que uno entiende por trabajo bien hecho, no es lo mismo que entienden la conyuge, la “amable Jessi”, los 15 próximos clientes que han tenido la suerte de incorporarse tras de nosotros y el guarda jurado que ya te mira con mala cara pensando “ya me la va a liar el calzonazos este … con lo tranquilo que estaba yo en mi garita haciendo sudokus …”

Al final, con el corazón en la boca por el estrés, las manos recalentás de tanto restregar las bolsas para abrirlas y el orgullo herido …te tienen que ayudar, te meten en un plis-plás todo en bolsas y te hacen empujar el carrito, que en realidad es para lo que nos llevan de compras, para empujar el carrito mientras ellas compran a dos manos …; pero, no queda todo ahí … ¿quién creen que subirá una compra, que no cabe ni en el maletero de un coche familiar, a un segundo piso sin ascensor? …

… Todavía hoy, semanas después queda alguna botella de refresco dando golpes en el maletero al coger alguna curva …