Tarde, como siempre

Ya voy otra vez el último de los blogs, ahora vengo yo con la Virgen del Reposo, cuando ya todos han pasado página y principalmente se habla de una mariscada (a la que no me invitaron), cinco días después de su paseo triunfal por las calles de Valverde del Camino … al fin, llegó el momento de comentar mi día de la Reposilla:

Tras estar toda la tarde del Viernes y todo el día del Sábado preparando cosas, que si el ponche, una ensaladilla por aquí, unos sándwiches por allá, reorganiza la nevera que no caben las cosas, coloca las flores en el balcón, cambia al chico que “sa cagao”, ponle los dibujitos al grande a ver si se callaaaaa …, al fin llegó la hora de la procesión.
Mírala, ahí viene más guapa que nunca y yo más facilón, lo digo porque soy una persona que fácilmente se emociona y cuando la vi pasar justo por delante de mi casa (que pronto abandonaría para volver a los madriles), con la banda atronando esas marchas que estremecen hasta el alma, no pude contener esa lagrimilla delatadora de las sensaciones que recorrían mi cuerpo, sensaciones mezcladas de alegría y añoranza, de excitación y respeto, de admiración maternal y patriotismo, sabedor de que no volverás ha sentir esto hasta dentro de 15 años si todo va bien, en definitiva un momento muy especial y difícil de describir.
Mira que soy medio ateo (y digo medio porque me he criado en un ambiente cristiano) pero la Reposilla es algo más que una Virgen, es nuestra Virgen, un icono valverdeño, una madre que siempre nos está esperando con su sonrisa complaciente, aunque lleves años sin verla allí está ella para apoyarnos e iluminarnos con la paz que transmite.
¡Ojú!, estoy repasando lo escrito y se me ha venido a la cabeza lo que le dice Rudy Fernandez a Navarro en el anuncio de la San Miguel: “¡qué bonito le ha quedao! ... un poco ñoño, pero bonito”.
Anda que mi Rubén también se va a fijar en la Virgen, donde esté una banda de música y más si es como esta que atronaba … que se quite todo lo demás ... ¡hasta el Pocoyó!.
Después lo típico, varias visitas, se pica algo, salimos a dar una vuelta y a la vuelta: “¿a ver que hacemos con todo lo que ha sobrado?”, menos mal que existe el congelador y muchas cosas se pueden congelar (hasta el ponche que yo no lo sabía, me lo dijo Joselito, tres botellas me he traido), pero hay otras que lo único que puedes hacer es repartirlas con los vecinos, mirad si no que pinta tenían estos típicos dulces caseros (gracias Antonio), por cierto las abuelas estaban tan buenas como aparentan.