Educación Física

Como parece que ha gustado el juego de “pasa la bola”, os trataré de relatar otra de las anécdotas que recuerdo de aquellos años del segundo ciclo de la, por desgracia, extinta E.G.B.

LA HORA DE EDUCACIÓN FÍSICA:

Dos horitas a la semana se dedicaban a esta asignatura “tan importante”, según nos hacían creer nuestros futuros profesores de la secundaria (Juan Romero, estos ya sin “don”, el cual no me dio clase y “el otro” que si me dio pero que no recuerdo como se llamaba, ¡qué tío con más poco carisma! ¿alguien recuerda su nombre?), su única propuesta para mantener tal afirmación era “ment sana in corpore sano” y de ahí no había quién los “bajara del burro”.

Bueno, a lo que íbamos, las horas de “gimnasia” (ya que la educación física es posterior) con D. Fernando y Doña Maruja consistían en meter a sus dos camadas de lobillos de más de 30 ejemplares cada una en el patio trasero del colegio, donde estaban las pistas, a las cuales sólo teníamos acceso a estas horas, ya que en los recreos los más grandes hacían valer su hegemonía y era impensable el intentar usarlas.

Las niñas en un ladito, por supuesto fuera de la pista, a jugar a ese maravilloso deporte exclusivamente femenino llamado “El Elástico” al cual dedicaban horas y horas las chicas de aquella edad (por supuesto, entonces todas ellas nos parecían tontas … ¡por qué cambiaríamos de opinión!). En caso de que se les olvidara traerlo de casa (el colegio de material escolar… “frito” … y menos para “jueguecitos”) se dibujaba con tiza o ladrillo tres líneas paralelas separadas unos cuatro metros y ya tenían su “cancha de cerque” el otro juego femenino por excelencia de la época. He de ser sincero y reconocer que tan exclusivo de la féminas no eran, ya que en mi calle, que había mayoría de niñas, jugué cientos de veces a ellos, y te sabría nombrar montones de juegos cual “niña tonta” de Salesiana (o Santana) se tratase: “Milikitumba” (“de la malática potingue”… ¡casi ná!), “los 10 juegos” (con la pelota y con el elástico, ¿ehn?), “Cuando mi papá, bailó la jota por primera vez…”, “Singular, sin mover … con la mano rosa, con la misteriosa …” ¡AHHHH! ¡po si que me han quedao secuelas!, ¡cuánto daño me habéis hecho: Cris, Bea, Silvia, Ana, Gloria y Camelia! (entre otras).

Los niños, mientras tanto, a jugar al fútbol (única y exclusivamente), pero no crean que hacíamos equipos para turnarnos, ¡qué va!: la clase de D. Fernando contra la de Doña Maruja … más de 20 niños por bando y el maestro de árbitro, eso los días que tenía ganas de arbitrar, porque otras veces se dedicaba a dar paseitos charlando de sus cosas con la maestra; así que … imagínense: cuarenta y tantas “fierecillas descontroladas” detrás de un balón y sin nadie que les ponga freno … la “rebujina” que se formaba alrededor del balón era más parecida a una melé de rugby que a un partido de fútbol. Yo, que siempre he sido del montón, había días que ni tocaba la pelota y me acercaba a mis amigos a preguntar ¿cuántas veces la habéis tocado hoy?. Aunque por otra parte más valía no “rascar bola” pero salir indemne, que hacerse el valiente y salir “calentito”; uno que salía “escaldao” a diario era Sixto, que era buen jugador pero algo creidillo, por lo que su ego le hacía ir constantemente en busca de la pelota, con lo cual, a cada poco estaba en el suelo quejándose de alguna “patá en las espinillas”.

El que marcaba un gol era el héroe del día, todos iban a felicitarle y duraba la euforia toda la mañana, pero si eres el portero y te meten un gol … la cosa cambia … y para colmo, si el gol es por debajo de las piernas … ¡la has cagao!; José Luis Márquez, el “gordi” (el hijo mayor del popular fontanero municipal “el Marquecillo”) que era nuestro portero titular y venía el tío tó preparao con sus guantes, rodilleras, coderas …, una vez le metieron un gol entre las piernas y D. Fernando, que aparte de ser el árbitro era nuestro “entrenador” … os imagináis como acabó la historia, ¿no? … pues como acaban todas las historias de este genuino profesor … el pobre “gordi” se llevó una “manta de palos” que desde entonces no quiso ser más el portero, el problema era que nadie quería serlo así que tuvo que aguantar el chaparrón hasta que acabase el curso y le liberasen de tan insólito castigo.